En un miércoles al anochecer amenazando por la lluvia, un notable y variopinto grupo de personas se reunían alrededor de la sala Apolo de Barcelona para disfrutar de la que, seguramente, era una noche que muchos llevaban esperando. Tocaban The Winery Dogs, supergrupo conformado por Richie Kotzen (voz y guitarra, ex-Mr. Big y Poison), Mike Portnoy (batería, ex-Dream Theater) y Billy Sheehan (bajo, ex-Mr. Big y Steve Vai), tres pesos pesados de la industria. Eran teloneados por Inglorious, que, como dijeron de una de sus canciones, “Empieza lento pero acaba loco... como el sexo.” Y esto puede ser el mejor resumen del concierto en sí.

En un miércoles al anochecer amenazando por la lluvia, un notable y variopinto grupo de personas se reunían alrededor de la sala Apolo de Barcelona para disfrutar de la que, seguramente, era una noche que muchos llevaban esperando. Tocaban The Winery Dogs, supergrupo conformado por Richie Kotzen (voz y guitarra, ex-Mr. Big y Poison), Mike Portnoy (batería, ex-Dream Theater) y Billy Sheehan (bajo, ex-Mr. Big y Steve Vai), tres pesos pesados de la industria. Eran teloneados por Inglorious, que, como dijeron de una de sus canciones, “Empieza lento pero acaba loco… como el sexo.” Y esto puede ser el mejor resumen del concierto en sí.

Con la sala llena (casi sold out), Inglorious atacaron “I surrender”, cover de Rainbow. Ya en el solo de guitarra se notó que disfrutan, que están en el escenario por que quiere, haciendo lo que ellos quieren. Después de algunos problemas técnicos con la guitarra y el pinganillo del cantante, anunciaron que había habido algunos cambios en el setlist, y seguidamente nos regalaron un tema de su álbum debut, “Inglorious”, que sale dentro de unos pocos días. Empezaron a lanzar los graves a medida que las luces de la sala cambiaban a imitar sirenas de emergencia, dando a entender que estábamos frente a algo serio. Y es que a pesar de ser ingleses, el rock americano con tintes sureños de esta banda tiene todos los números para adueñarse de un buen número de escenarios en poco tiempo. Para muestra, un botón: al inicio del concierto había sólo un reducido grupo de fans a la izquierda del escenario, pero para cuando el grupo nos regalaba “Holy water”, todo el público estaba entregado al máximo. Cerraron, después de otro magnífico tributo (esta vez a Whitesnake y su mítico “Fool for your loving”), con una más que excelente “Girl got a gun”, que creo poder decir, les ha garantizado un hueco en las listas de reproducción de más de uno de los allí presentes.

No mucho más tarde empezaron a pisar el escenario los miembros de The Winery Dogs, con esa serenidad de quién se sabe en su terreno. Habían venido a hacer música así que no se entretuvieron con presentaciones innecesarias y atacaron con un certero “Oblivion”, single de su álbum más reciente. Empezaron sonando algo atronadores, pero poco después se corrigió. Enseguida llamó la atención el gadget que llevaba Portnoy para poder cantar los coros a la vez que mantenía la cadencia en la batería, así como el hecho de que tanto Sheehan como Kotzen tocan sin púa, logrando todo un nuevo mundo de posibilidades y sonoridad. Con “We are one” garantizaron oportunidades para lucirse a los tres miembros del power trío. Y es que conseguir combinar tres personalidades con tanto virtuosismo de manera que puedas seguir escuchando qué aporta cada uno de ellos mientras, a la vez, se crea algo común, no es fácil. Siguieron cumpliendo con “Hot Streak”, titular de su primer álbum, de un corte más progresivo, lleno de respiraciones y con el charles de Portnoy yendo como loco. La comunicación entre los tres miembros del grupo es excelente aún y si no se miran, como demostraron en “How long” y “Time Machine”. La maestría de Sheehan combinada con el arte de Portnoy, más ajustados que un reloj, fue capaz de poner la sala patas arriba, y más aún cuando en “Empire” pidieron la participación del público para aplaudir al ritmo del cencerro. A continuación, regalaron la que es, posiblemente, la canción más íntima y personal: “Fire”. De la nada apareció un piano, y un Kotzen excelente y elegante nos brindó un tema que, si en el estudio resulta hipnótico, en vivo directamente te roba el corazón. Sin tiempo para asimilar lo que acabábamos de vivir, continuaron con “Think it over”. Mientras Sheehan empuñaba su bajo por cerca de 10 minutos al acabar “The other side”, los otros se retiraron para después volver con “Ghost Town”, con ese magnífico intermezzo que nunca deja de sorprender. Y con “I’m no angel” y un “Elevate” báquico, esos perros de viñedo se retiraron.

El bis empezó con el piano en un ritmo medio al estilo del soul, para continuar con el tan conocido y bien apreciado estilo más funkie de “Desire”.

Una hora y media después de haber soltado las primeras notas, acabaron tal y como lo prometieron los teloneros, con ese frenesí loco que hasta justifica que Portnoy aporreara la batería con el sillín.

The Winery Dogs permite que cada uno los disfrute a su manera. En el concierto veías gente cantando, otros bailando, y otros más perdidos en las sutilezas de las composiciones. Y, como no, el sempiterno cabrón con el móbil-tablet en alto todo el santo concierto. Que lo sepas, me quedé con tu cara. Alguien en la cola comentó que nunca había visto tanta gente diferente en un mismo concierto y es que, una cosa es cierta, la buena música atrae.

Promotor:Madness Live!

Día:2016-02-10

Hora:19:30

Sala:Sala Apolo

Ciudad:Barcelona

Teloneros:Inglorious

Puntuación:9